miércoles, 9 de marzo de 2011

Prosinecki vuelve a escena

Prosinecki, Lesionecki, Prosickito o, como decía la difunta abuela de una amiga, Pequinecki, vuelve a escena. Y parece que esta vez va en serio. Después de desaparecer del mapa futbolístico y rodar varios anuncios de éxito para Renault, Robert regresa al fútbol de élite desde el banquillo. Se ha hecho cargo del Estrella Roja de Belgrado y, de momento, no le va nada mal.
En su primera experiencia en solitario como entrenador, Prosinecki está dotando a su conjunto de un fútbol de mucho toque, como el que él practicaba, aunque confío en que los jugadores del Estrella Roja no se lesionen tanto como él. Antes de lanzarse a dirigir él solito a un equipo estuvo como segundo de su ex compañero Bilic en la selección de Croacia. Esa experiencia internacional le ha servido para poder desempeñar el papel de técnico, pese a no tener la titulación de entrenador, algo que ha creado mucha polémica en Serbia.
Pero conviene recordar la figura de un jugador que, bajo mi punto de vista, fue un superclase en la década de los 90. Prosinecki, pese a haber defendido la camiseta de Yugoslacia y Croacia y ser el único jugador que ha marcado con dos selecciones diferentes en un Mundial, nació en Schweinningen, Alemania. Se dio a conocer précisamente en el club que ahora entrena, con el que fue campeón de la Copa de Europa en 1991 con un equipazo en el que destacaban las figuras de Belodedici, Savicevic, Jugovic, Pancev... Su gran año hizo que el Real Madrid le fichase ese mismo verano por un pastizal (1.000 millones de pesetas de la época), pero su etapa de blanco fue para olvidar. Las constantes lesiones le hicieron que se ganase el apodo de Lesionecki y, tras tres años como madridista, se marchó al Oviedo. Allí pareció volver a ser el de antes, pero todo fue un espejismo. El Barça le quiso recuperar como futbolista un año después, pero tampoco triunfó de blaugrana. El Sevilla le dio una última oportunidad en la Liga, y abandonó España con un sabor agridulce. A partir de ese momento comenzó su peregrinar por media Europa: Dinamo de Zagred, Standard de Lieja, Porstsmouth, Olimpia Ljublijan y NK Zagred, donde colgó las botas en 2004 tras 17 años de fútbol.
Entonces comenzó su otra carrera, la de actor. Una buenísima campaña de Renault Kangoo nos mostró su lado más divertido. En estos anuncios se parodiaba a sí mismo y pudimos ver el nacimiento de Prosickito, un muñeco a imagen y semejanza de Robert que incluso se lesionaba. Muy logrado, la verdad. Frases como "vamonos de fiesta" o "todas para mí" salpicaron nuestros televisores y radios durante meses. Reírse de uno mismo como terapia funciona, pero si precisamente no llegó a triunfar con la clase que tenía era por su carácter indolente y sus ganas de fiesta. http://www.youtube.com/watch?v=t9ERBudY-oA
Incluso se llegó a rumorear que durante su etapa como futbolista se fumaba cerca de dos paquetes de tabaco al día, lo que le valió el mote de Marlboro: El paquete rubio más caro.
Ahora parece más asentado y estoy convencido de que volverá a España como técnico. Ayer su equipo ganó 3-1 al Indjija y es segundo de la Superliga serbia a cinco puntos del Partizán. Suerte Prosickito y gracias por esos ratillos que nos brindaste.

jueves, 3 de marzo de 2011

Raúl, siempre Raúl

Primero de todo pediros disculpas por el tiempo sin escribir, pero una crisis de inspiración unido a la llegada de Chusky (mi labrador) ha evitado que siga dando el coñazo por aquí. Bueno, he vuelto, y espero que la cosa dure. Y para mi regreso no voy a hablar de Mourinho (hay tanto que contar...), ni de la victoria del Barça, ni del lamentable juego del Atlético. Me voy a centrar en lo que hago en el periódico, Internacional, y de un hombre que no para de asombrarme: RAÚL GÓNZALEZ BLANCO.

Raúl, siempre Raúl. Hace apenas dos semanas dejaba al Schalke muy cerquita de la siguiente ronda de Champions con su gol en Mestalla. Y hace apenas tres horas ha vuelto a marcar para meter a su equipo en la final de la Copa de Alemania a costa de un Bayern algo tristón. Raúl, siempre Raúl. Hizo el tanto de la victoria, pero tuvo otras dos ocasiones. Las tres fueron muy suyas, de pillo, de estar dónde debe uno de los mejores delanteros de la historia. Con ese olfato de gol que, a pesar de los años, no se pierde. Más bien lo contrario. Sé que el simil lo habréis escuchado en más de una ocasión, pero parece que el siete es como el vino, que con el paso de los años mejora.
Ayer lo tenían muy difícil los de Magath. El Bayern, sin opciones en la Bundesliga, necesitaba soñar con un título. Y Raúl convirtió ese sueño en pesadilla. Un córner que parecía que no llegaría a nada fue más que suficiente para que el ex madridista marcase el único tanto del partido. Como tantos otros ha hecho a lo largo de su carrera y seguro que seguirá haciendo. Sorprendiendo. Cogiéndole la espalda al defensa. Impredecible. Imposible de detener. Donde más duele.
Y cuando el Bayern más apretada se puso en su otro papel. El de líder, el que se arremanga y corre como el que más. El que es capaz de pegarse un sprint en el 85' para buscar el área contraria, pierde el balón entre dos rivales y tiene la testosterona suficiente como para recuperar la pelota, forzar un saque de banda imposible y encararse con el rival para perder tiempo y coger un poquito de aire. Por eso celebró como celebró el pase a la final de la Copa. Una Copa que se le resistió en España pero que puede lograr en su nueva casa, en Alemania. El 21 de mayo en Berlín le espera el Duisburgo, un equipo de Segunda. Y con su carácter ganador será complicado que se le escape.