jueves, 3 de marzo de 2011

Raúl, siempre Raúl

Primero de todo pediros disculpas por el tiempo sin escribir, pero una crisis de inspiración unido a la llegada de Chusky (mi labrador) ha evitado que siga dando el coñazo por aquí. Bueno, he vuelto, y espero que la cosa dure. Y para mi regreso no voy a hablar de Mourinho (hay tanto que contar...), ni de la victoria del Barça, ni del lamentable juego del Atlético. Me voy a centrar en lo que hago en el periódico, Internacional, y de un hombre que no para de asombrarme: RAÚL GÓNZALEZ BLANCO.

Raúl, siempre Raúl. Hace apenas dos semanas dejaba al Schalke muy cerquita de la siguiente ronda de Champions con su gol en Mestalla. Y hace apenas tres horas ha vuelto a marcar para meter a su equipo en la final de la Copa de Alemania a costa de un Bayern algo tristón. Raúl, siempre Raúl. Hizo el tanto de la victoria, pero tuvo otras dos ocasiones. Las tres fueron muy suyas, de pillo, de estar dónde debe uno de los mejores delanteros de la historia. Con ese olfato de gol que, a pesar de los años, no se pierde. Más bien lo contrario. Sé que el simil lo habréis escuchado en más de una ocasión, pero parece que el siete es como el vino, que con el paso de los años mejora.
Ayer lo tenían muy difícil los de Magath. El Bayern, sin opciones en la Bundesliga, necesitaba soñar con un título. Y Raúl convirtió ese sueño en pesadilla. Un córner que parecía que no llegaría a nada fue más que suficiente para que el ex madridista marcase el único tanto del partido. Como tantos otros ha hecho a lo largo de su carrera y seguro que seguirá haciendo. Sorprendiendo. Cogiéndole la espalda al defensa. Impredecible. Imposible de detener. Donde más duele.
Y cuando el Bayern más apretada se puso en su otro papel. El de líder, el que se arremanga y corre como el que más. El que es capaz de pegarse un sprint en el 85' para buscar el área contraria, pierde el balón entre dos rivales y tiene la testosterona suficiente como para recuperar la pelota, forzar un saque de banda imposible y encararse con el rival para perder tiempo y coger un poquito de aire. Por eso celebró como celebró el pase a la final de la Copa. Una Copa que se le resistió en España pero que puede lograr en su nueva casa, en Alemania. El 21 de mayo en Berlín le espera el Duisburgo, un equipo de Segunda. Y con su carácter ganador será complicado que se le escape.

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